Al pensar en participación quizá la primera imagen que se viene a la cabeza es la de un grupo de personas debatiendo o trabajando en grupo. La participación tiene una dimensión eminentemente grupal. Y es que la participación, como proceso social que es, se suele ejercer y practicar en grupo. Esta dimensión grupal tiene múltiples ventajas tanto para las personas que integran esos grupos como para la comunidad en su conjunto.
Esto es especialmente importante cuando hablamos de personas en situación de exclusión o vulnerabilidad social, ya que la participación grupal puede brindar a las personas redes de apoyo, un espacio de empoderamiento, y desarrollo personal y social.
A menudo, trabajando con personas afectadas por situaciones de exclusión o por determinadas problemáticas en concreto (dependencia a sustancias, diversidad funcional, enfermedad propia o de algún familiar etc.), se intenta dar el salto de lo individual a lo colectivo, es decir, potenciar la participación de estas personas en espacios grupales donde poder compartir y analizar su realidad, encontrando una red de apoyo con la que llegar a comprender mejor la propia situación y la del resto de las personas del grupo.
La participación de personas en procesos grupales conlleva un buen número de ventajas asociadas, tanto a nivel terapéutico en el propio proceso de la persona, como en las esferas social y comunitaria.
El trabajo grupal dota a las personas del llamado sentido de comunidad o pertenencia, una red de relaciones de apoyo mutuo de la que uno/a puede depender. Este aspecto es clave ya que dota a las personas de sentido de influencia, integración y satisfacción de necesidades y una conexión emocional compartida.
También, la dimensión del trabajo grupal contribuye al refuerzo y al reconocimiento social de la persona, así como contribuye a trabajar la percepción de control y auto eficacia de la persona.
El desarrollo grupal no sustituye al desarrollo individual, todo lo contrario, lo acelera, lo enriquece, lo potencia. De aquí que, aún en la didáctica grupal, el trabajo individual sea el cimiento en que se sustenta todo cambio y aprendizaje. Por eso toda técnica grupal debe iniciarse con un trabajo individual.
Estas ventajas y potencialidades de la dimensión grupal, podrían ser así mismo principios que guiaran nuestra intervención. Que las personas se conviertan en sujetos activos de cambio y transformación (tanto de su propia situación como la de su contexto social) es lo que Paulo Freire denominó “concientización“.
La concientización, según Freire, es un proceso de acción cultural a través del cual las mujeres y los hombres despiertan a la realidad de su situación sociocultural, avanzan más allá de las limitaciones y alienaciones a las que están sometidos, y se afirman a sí mismos como sujetos conscientes y co-creadores de su futuro histórico (Freire, 1974).
Los llamados grupos de apoyo o autoayuda son un referente muy interesante del trabajo grupal. Si bien son grupos a menudo auto regulados por las propias personas que los conforman pueden darnos algunas pistas y objetivos como facilitadores/as a la hora de trabajar el fomento de la participación en grupos, sobre todo cuando lo hacemos con personas en situación de pobreza o exclusión.
En los grupos de autoayuda se unen personas que sufren la misma problemática o situación. Son círculos de conversación que trabajan de manera auto determinada. Los contenidos y la forma de trabajo son determinados por los propios miembros. Exigen su colaboración activa y continúa y requieren del deseo de cambiar algo de su propia situación de intercambiar experiencias con personas que tienen problemas similares. Los miembros de grupos de auto-ayuda se comunican al nivel de ser igual afectados, y en ellos se obtiene información, comprensión y mejora de la autoestima. Fomentan el crecimiento y autorrealización de sus integrantes a través de compartir experiencias personales y favorecer la comunicación, fomentando así el apoyo emocional y la confianza en cada uno de los miembros del grupo.
En esta definición de los grupos de ayuda mutua encontramos algunas de las claves de la participación grupal que se abordarán más adelante: el dialogo igualitario, el trabajo en torno a los centros de interés de las personas, el apoyo social y emocional del grupo, la toma de conciencia de la propia situación, entre otras.