La dimensión comunitaria implica un “anclaje” tanto de las personas como de los proyectos. Un anclaje al territorio en el que están y desarrollan, a la población que habita el mismo, a sus organizaciones e instituciones así como a las necesidades, demandas y objetivos comunes.
Esto, como se ha visto, tiene múltiples ventajas para las personas, pero también para la comunidad en su conjunto. Por un lado, porque la mejora de las calidad de vida de los miembros de una comunidad repercute en beneficio de la comunidad en su conjunto. Por ejemplo, la minimización de la exclusión severa en una zona o del absentismo escolar tiene enorme beneficio sobre la comunidad en su conjunto, que puede visibilizarse de miles de maneras.
Desde el enfoque comunitario la comunidad se responsabiliza de las cuestiones como parte del problema y de las posibilidades de mejora y de las alternativas, de forma que puede participar en la resolución de los mismos.
Así, la comunidad sostiene las acciones, garantizando su sostenibilidad, autonomía y viabilidad. Esto pasa por implicar a otros agentes comunitarios en la resolución de un problema o situación, invitando a todos los posibles agentes sociales, institucionales etc., incluso a aquellos que a priori no parecen tener relación con ese problema concreto.
El enfoque comunitario implica trabajar en pos de comunidades más empáticas y solidarias, ya que con estos procesos la población toma conciencia de las necesidades propias y ajenas, por eso se habla también de un proceso educativo. Las personas desarrollan un compromiso hacia los asuntos de la comunidad articulando redes, recursos y estrategias de intervención.
El enfoque comunitario implica trabajar compartiendo y potenciando los recursos existentes en una comunidad, tanto materiales (locales, imprentas, materiales…) como inmateriales (saberes, trabajo, contactos…). Esto implica por tanto potenciar el trabajo en red.
El trabajo en red es clave en los procesos comunitarios ya que no sólo facilita el compartir recursos, sino que multiplica el impacto de las acciones así como la multidireccionalidad de las mismas. Es decir, se interviene de manera coordinada desde los diferentes agentes comunitarios: población, institución, recursos…, cada uno con sus herramientas y desde sus saberes y habilidades.
También, se debería promover una acción reflexiva y una evaluación constante acerca de los problemas de la comunidad, dando respuesta a los mismos y desarrollando procesos de mejora, produciéndose una mayor participación de las personas en la toma de decisiones políticas, sociales…, de forma que las organizaciones sociales y la ciudadanía influyan en las políticas públicas que les afectan.
La comunicación y la colaboración están basadas en un significado compartido que hay que construir cuando no existe. Esto significa que a menudo, uno de los primeros pasos en el trabajo comunitario es el de la construcción de ese sentido compartido, a través de actividades diversas de encuentro y conocimiento mutuo, de discusión de los problemas comunes etc.