Para que un proceso se pueda mantener por sí mismo se tiene que basar en el protagonismo colectivo construido desde la base. Es decir, que la gente sienta y compruebe que sus iniciativas son tenidas en cuenta, por el conjunto del proceso, en los grupos y reuniones, al menos en un cierto grado. No quiere esto decir, que se haga caso a todo lo que se le ocurre a la gente, sino que tiene que haber un proceso transparente de toma de decisiones de abajo arriba, donde cualquier análisis o propuesta tenga la oportunidad de ser considerada, debatida y ponderada.
Partimos, entonces, de las redes informales de vida cotidiana, de los comentarios de bares, mercados, plazas, etc., hasta ver cómo se agrupan por “conjuntos de acción”. Ahora pasamos a las formas de funcionamiento para la toma de decisiones del proceso.
Así, por ejemplo, cada grupo de trabajo (en el gráfico GT) o de actividad se puede reunir con otros afines o diferentes por Mesas Temáticas (Educación, Salud, Seguridad, Trabajo, etc.), y el Grupo Motor (en el gráfico GM) junto con el grupo multimedia hacen su labor transversal de animar a todos con la idea-fuerza, superar bloqueos o problemas de coordinación, o de difusión.
Se trata más de un mapa flexible de funcionamiento auto-organizado y revisable cada año, que de un organigrama jerárquico y rígido. Es decir, se trata de dotarse en el interior del proceso de un esquema de red democrática y participativa (que facilite el protagonismo de la gente) para presentarse ante los poderes administrativos o económicos con una voz colectiva y con proyectos concretos, de manera que la negociación y seguimiento sean más viables y eficientes.
* Se plantea una organización operativa y democrática que sea capaz de responder localmente a los retos planteados. No es frecuente que exista este tipo de organización, sino más bien algunos órganos del poder local o sectorial de tipo consultivo y generalmente un poco atrofiados en su funcionamiento. La cuestión no es cambiar un organigrama por otro en debates internos en las administraciones, sino que debemos tomar previamente nota del socio-grama que haya salido del auto-diagnóstico y actualizarlo, para ver cómo se pueden organizar “ad hoc” los conjuntos de acción en mesas de trabajo, reuniones de taller o de centro o de barrio, asambleas, etc.
Los momentos cumbres en que se reflejan las iniciativas de todo el año son las Asambleas abiertas, donde las Mesas Temáticas o de ámbitos territoriales plantean sus iniciativas, se debaten y ponderan.
Una Asamblea es una reunión amplia y abierta, y debe dar lugar a un proceso participativo de reflexión colectiva. Es, por tanto, no solo un espacio informativo sino también de encuentro y foro de debate. Sin embargo, hay que tener en cuenta que es difícil que todos los y las participantes lo hagan al mismo nivel, y cuanto mayor sea el número de asistentes más difícil es articular que todas las personas puedan dar su opinión.
Para que la asamblea sea operativa y eficaz como técnica de Planificación y Programación debemos articularla en comisiones de trabajo, mesas o talleres donde podremos aplicar las técnicas de trabajo con grupos pequeños, (algunas de las cuales hemos visto en capítulos anteriores).
En una Asamblea Participativa conviene trabajar desde aportaciones personales en grupos pequeños (antes o durante el acto), lo que permite que cada cual pueda expresar su iniciativa en grupos ideales de 6-8 personas y no mayores de 10-12. De esta forma un colectivo de 100 personas puede recoger las opiniones de 10 grupos y debatir sobre ellas ya en plenario.
Hay que marcar los tiempos para que estas asambleas no se eternicen y acaben aburriendo. No son tanto lugares para “dar mítines” que monopolizan la información, sino lugares para proponer análisis colectivos y propuestas operativas, que se puedan ponderar como en el caso que señalábamos de las devoluciones creativas.
No se deben hacer Asambleas todos los meses, pero al menos una o dos al año son recomendables. Por lo que se deben encuadrar dentro de una programación y tenerlas como referencia. Es a las asambleas participativas a donde deben llegar las propuestas (tanto de las “mesas de trabajo” de cada zona geográfica como de temas sectoriales). A continuación ponemos dos ejemplos de cómo podría funcionar esto en un Barrio y en una Comunidad Autónoma.
En el ejemplo posterior publicado en un folleto difundido en un barrio de Málaga se propone la escucha y consulta de las 6 Mesas temáticas sobre cada uno de los asuntos que les afectan. Y lo mismo de las 4 Mesas en que se puede dividir el territorio del barrio (unos 30.000 habitantes). Desde el trabajo de estos grupos se hacen propuestas (una o dos veces al año) a la Asamblea para que les de legitimidad, y se prioricen sus acciones más urgentes y sus propuestas de trabajo a medio y largo plazo.
Todo ello no funcionaría sin un Grupo Motor activo y dinamizador, sin un Equipo Creativo (multimedia) y sin una Comisión de Control que haga seguimiento y rinda cuentas de las decisiones ejecutadas en la Asamblea. Además, debe haber un espacio o Mesa de Negociación con las Administraciones y los medios de comunicación, para hacer efectivos los compromisos, recabar información y hacer el seguimiento de los acuerdos alcanzados.
En la tabla del siguiente ejemplo resumimos el proceso participativo en seis pasos distribuidos en la columna de la izquierda, y en las otras 4 columnas hemos puesto las propuestas de funcionamiento para las distintas redes en que se pueden mover las democracias cara a cara, las democracias con talleres y asambleas participativas, las democracias electrónicas, y las democracias de los medios audiovisuales. Es un intento de articulación de estas formas de tomar iniciativas desde la base, y de acordar propuestas desde la colaboración (en este caso, de las asociaciones de migrantes y pro-migrantes con la propia administración regional).
El aspecto democrático participativo en los últimos años está planteando nuevas formas de toma de decisiones a partir de: